jueves, 1 de diciembre de 2011

Escaparate de una tienda de viejo.


Avilés, octubre de 2011.

Adoro las tiendas segunda mano; son un deleite para los sentidos: el olor a viejo, el silencio que las envuelve, los colores de sus más variopintos e inverosímiles mercaderías, el tacto de las antiguas texturas, el sabor que despiertan al recuerdo las viejas cajitas de galletas. Podría pasarme horas en una. El tiempo se para en ellas como se detuvo para tantos de sus objetos.